bucle repetido.

En la puerta había una gorra negra, dibujada con lápiz que tapaba la pequeña ventana que daba hacia afuera, pero eso no era importante porque yo estaba atrapado y jodido si no encontraba las llaves.

El reloj daba su tic tac cada vez más y más sonoro, perforaba los tímpanos y el desorden era tal que no podía centrarme. Me sentía aturdido, creo que por el golpe, pero sabía muy bien que todo dependía de mí, las esperanzas iban en un sólo sentido y los gritos desde el otro lado eran insufribles.

Todo era un bucle que hartaba mi vida, si es que esa repetición era vida.

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