¡ ... !

Se llenó la boca de bocaditos cabsha

y escupió una poesía tapa de remera

con la densidad que le da el “bisnes” a sus pupilas

cada vez más grandes (culpa de los flashes),

extraviadas en un vaso seco y vacío de veneno

que trepaba por unas venas que ya no eran las mismas.


¡No entendés casi nada nene!


Entonces las manos cuelgan de alambres de espinos

pero no las sientes, porque están entumecidas

y aunque les tiendan hilos de sangre

hay algo más fuerte que anestesia tu dolor

y ya no necesitás saber que es.


Obviamente no entendés nada nene.


Entonces ahogás los pocos sueños

y ninguno es más pesadilla que el anterior,

apenas hay una luz detrás de los barrotes

y unas garras que te llaman desde el otro lado.


Entonces hay una reacción tardía:

“Ahora ya es muy tarde para entender nene,

¿dormiste bien?”.

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